domingo, 13 de septiembre de 2009
Una caja de arena para mi bebé.
Es complicado enseñarle a un bebé de meses con lo que se puede jugar o no y más aún que haga caso a los regaños. Se sabe por experiencia que los gritos ni golpes funcionan, la realidad es que traen serias consecuencias a la conducta de los niños. Tengo una amiga que corrige a base de nalgadas, me llama para contarme que su hija de dos años le pega a todos los bebés de la gardería y ella todavía no se explica el por qué de este comportamiento.
Mi hijo siente atracción por jugar con la tierra de las plantas en la casa y se delita arrancando las hojas. Llevo como un mes hablándole y explicándole pero nada, esto no ha dado resultado al contrario se ha convertido mi labor pedagógica en un tremendo relajo.
Ayer mientras le intentaba explicar, una de mil veces más, su respuesta fue destornillarse de la risa. Lo cargué y llevé a la cocina donde estaba la familia; se divertía con los cacharros mientras yo contaba mi frustración al padre. Mi amoroso bebé soltó su juego, nos regaló una sonrisa hermosa y salió disparado hacia la planta de la sala, logró pararse con ayuda de la maceta y pusó sus manitos en la tierra con gesto de: "entiendo de lo que hablas mamá". Todos nos reímos y finalmente aceptando que esta batalla la tengo completamente perdida busco un lugar en las alturas para la dichosa planta.
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